En un convento de Valladolid, en 1550, se debate una
cuestión fundamental: ¿Los Indios del Nuevo Mundo son hombres como los otros?
Dos hombres se enfrentan. Uno de ellos es un filósofo
llamado Sepúlveda, el otro es Bartolomé de las Casas ardiente protector de los indios.
El
propósito declarado de la discusión era cómo se debía proceder en los
descubrimientos, conquistas y población del Nuevo Mundo frente a los nativos.
Juan Ginés de Sepúlveda defendía que la guerra que llevaban los
conquistadores españoles a los indios era justa acusando a los indios por sus
pecados e idolatría. Para él, los indios eran seres inferiores que pertenecían
a otra categoría. Le correspondía entonces a Bartolomé de Las Casas de defender
la opinión según la cual los indios son iguales a los españoles, y que debían
de beneficiar de un trato más humano.
Los argumentos de Sepúlveda se apoyaban en el mando evangelizador que
Cristo dio al Papa y al Rey Católico. Según él, el derecho de tutela implica la
servidumbre del indígena. Calificaba las prácticas culturales de los pueblos
indígenas como antinaturales. En cuanto a Bartolomé de Las Casas, demuestra la
racionalidad de los indígenas a través de su civilización.
Al final, no hubo conclusiones al debate ya que los jueces no llegaron a
pronunciarse, pero la historia le ha dado una fama mayor a Bartolomé de Las
Casas, quien permitió detener todas las guerras de conquista hasta que se
determinase el vencedor del debate. En 1556, se publicaron Instrucciones en las
que se afirmaba que sólo se podía hacer la guerra en legítima defensa.
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