Paulo Freire forma parte de los pedagogos más reconocidos del siglo XX. Nació en Brasil en 1921, fue profesor de escuela y con su revolucionario método de enseñanza atrajo a los analfabetos al proceso de educativo, con un marcado carácter humanizador y político. Entre sus numerosos reconocimientos destacan el premio de la UNESCO de Educación para La Paz en 1986 y el premio Andrés Bello de la Organización de los Estados Americanos.
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Este libro es dirigido a las maestras y maestros, a quienes el autor pretende dar herramientas para que hagan de su práctica cotidiana una experiencia liberadora, en la cual se forme en la democracia, en la ciudadanía y en la dignidad, resaltando así el valor de su profesión y no relegándola al solo ejercicio de transmitir conocimientos o su palabras del autor “la educación bancaria”. Freiré muestra en él narra con un lenguaje sencillo sus experiencias personales en el ámbito educativo, ilustrando a través de ellas el derecho que tiene todo educador a ser humano y como tal a ser sensible, a ser consciente de la realidad que le rodea, a equivocarse y reivindicarse a través de la contribución que hace a la transformación de su contexto.
La primera carta de Freire hace referencia a dos aspectos que considera importantes
para aquel que pretende enseñar. El primero de ellos hace habla acerca de la relación que
existe entre enseñar y aprender y el segundo habla de la necesidad de leer el mundo y la
palabra. Con respecto al primero deja claro que enseñar y aprender no son relaciones
unidireccionales, que no existe la una sin la otra y que son procesos no implicados. Lo cual
significa que no siempre que se enseña se aprende, así como se aprende sin que se enseñe.
Según Freire a los actos de enseñar y aprender se le debe dar un significado crítico ya que
el educador al sentirse humilde y abierto, se encuentra en la posibilidad de repensar lo
pensado. En este sentido quien enseña aprende y aprende porque enseña.
En la segunda carta Freire afirma que para superar el miedo debemos reflexionar sobre aquello que nos
lo causa, conocer su raíz del problema y así poder enfrentarlo. De alguna manera el miedo
es un mecanismo de defensa frente a las situaciones en las que no estamos seguros, y que
de alguna manera como personas cuando no afrontamos el miedo desarrollamos tendencias
que definen nuestros comportamientos. Es así, que en nuestro entorno educativo en las
aulas de clase es común que tanto docentes como estudiantes sientan miedo frente a lo que
pasará, en el caso de los estudiantes si no se responde de manera acertada y en el caso de
los docentes miedo a los cuestionamientos de los estudiantes.
La tercera carta de Freire se refiere a todas aquellas personas que por alguna razón,
ajena al deseo de enseñar y aprender se preparan en cursos de pedagogía. Freire explica que
llegar al magisterio como quien “se refugia bajo una marquesina esperando que pase la
lluvia” realizando la labor mientras se presentan otras oportunidades es causal de un
inevitable fracaso. En primer lugar porque se asume en la labor del magisterio como tios o
tias y en muchos casos como abuelos, como aquellos que cuidan los niños sin recibir nada a
cambio, sin dignificación laboral, sin importancia por lo que se hace, sin luchar por sus
derechos de docente. Se trata entonces de la formación académica y política de individuos
en la que un docente poco preparado aporta al fracaso de sus estudiantes aunque no
obligatoriamente signifique lo contrario pero se puede aportar positivamente a su formación
con seriedad, responsabilidad y ejemplo de lucha.
En el cuarto capitulo Freire indica algunas cualidades que todo maestro debe tener, humildad,
amorosidad y tolerancia; las describe y explica las implicaciones de cada una de ellas. La
humildad, sin necesidad de mal interpretar cuando se acepta a los demás o cuando se dá el
brazo a torcer la humildad no es más que reconocer no se conoce todo y que a su vez nadie
lo sabe todo, la humildad permite que escuchemos al otro sin el sentimiento superioridad y
soberbia, sin permitir que me humillen y sin humillar, abierto a aprender y enseñar; en este
sentido, Freire rechaza el autoritarismo
En la quinta carta describe la experiencia que vive el docente y los estudiantes ese primer día
de clase, es una primera vez llena de inseguridades y temores. Dice Freire que el miedo que
se siente el primer día de clase se debe afrontar y asumir de la manera más natural pues, los
estudiantes también sienten el miedo frente a qué vendrá. Es usual que el primer día de
clases los docentes por miedo, se muestren rígidos y autoritarios coartando procesos y
aumentando el miedo e inseguridad en los estudiantes.
Esto es lo que podemos ver en las primeras 5 cartas que contiene el libro.
Desde las primeras páginas de Cartas a quien pretende enseñar se percibe el compromiso ético-político del autor en su necesidad de escribir y transmitir como herramienta para cambiar la realidad social en la que vivimos. Encontraremos diez cartas escritas a los y las docentes donde se habla sin tapujos sobre las aspectos más delicados de la práctica educativa.